Carta a la Parca

miércoles, 23 de noviembre de 2011


Hola, humano:
Mi nombre es Parca y no soy nada. No puedo describirme, no tengo cuerpo. Ni siquiera puedo decir como soy por dentro porque no tengo sentimientos. Todo lo que rodea mi ser es imaginario. Solo soy lo que hacéis de mí vosotros, humanos. Unos me imaginan como una luz cegadora, y así soy cuando voy a buscarlos. Otros me imaginan como un esqueleto con túnica y guadaña, y así voy a recogerlos cuando les llega la hora. Cuando mueras en el fondo verás lo que tú quieras ver, aunque te aterrorice.
Existo por y para mi trabajo. Es un trabajo muy duro, poca gente sería capaz de hacerlo, es más, poca gente querría mi trabajo. Este consiste en recoger las almas desprendidas de sus cuerpos y llevarlas al otro lugar. Sé que eso de “almas desprendidas de sus cuerpos” suena un tanto raro, será mejor concretar este aspecto. Los humanos tenéis un alma propia, ese alma es lo que os hace actuar tal y como lo hacéis. Cuando vuestra parte física, vuestro cuerpo, nace, un alma se os asigna. Al principio esta alma está vacía, actuáis por instinto, que en un principio solo os hace llorar. Pero con el paso del tiempo y con vuestras vulgares vivencias vais completando el alma. Cuando vuestro cuerpo deja de funcionar, vuestra alma ya no tiene cobijo y sale al exterior. Para que las almas no queden vagando por vuestro mundo hay que llevarlas a otra parte. Yo soy la encargada de hacerlas cruzar a ese otro mundo, el Más Allá.
La gente suele llamarme Muerte, también suele temerme, pero yo no soy quien mata, sino quien ayuda a vuestra alma. La muerte es la causa de que vuestro cuerpo deje de funcionar, yo no tengo nada que ver en eso. Es más, hay veces que soy una gran salvadora. Cuando la muerte llega de una manera violenta a un cuerpo, dejando en él un atisbo de vida pero sin posibilidad de volver a una vida normal, suelo darme prisa para que el cuerpo sufra lo menos posible. Lo mismo pero al contrario suelo hacer cuando el cuerpo tiene posibilidades de vivir. Hago tiempo recogiendo otras almas para ver si esa alma moribunda puede vivir en vuestro mundo durante más tiempo. Aunque hay veces que no puedo hacer ni una cosa ni la otra. Ha habido periodos de mi vida en los que he tenido que recoger tantas almas que no he podido ser tan compasiva. Sobre todo en aquello que los humanos soléis llamar “guerra”. Este acontecimiento es algo horrible. Miles de almas quedan sueltas por el planeta, mi trabajo se multiplica enormemente. Además, ardo en ira cuando me entero de los motivos de estos fenómenos. Los motivos pueden resumirse en vuestra naturaleza. Los humanos sois egoístas. Muchos no apreciáis lo que vale una vida y estáis dispuestos a poner millones de ellas en peligro solo por marcar vuestro territorio, como animales. Recuerdo, en la guerra más grande que he podido presenciar a un hombre bajito, con un bigote bastante aparente. Se hacía llamar Adolf, y su alma era de lo más sucio que he visto jamás. Este hombre fue capaz de quitarle el cobijo a millones y millones de almas solo por mostrar su poder y poner en marcha sus despreciables ideas. La raza humana pierde el respeto, en mi opinión, por especímenes como este.
A lo largo de mi existencia he recogido muchísimas almas, y dado que no tengo sentimientos es muy difícil que la situación en la que recojo las almas me impresione. Solo dos cuerpos han logrado que yo me asombre y me pregunte más sobre su vida.
El primero de ellos fue en 1613. Acudí a una pequeña casa, si así podía llamarse, para recoger un alma cuyo cuerpo moría por grandes fiebres. Al atravesar la pared me di cuenta de la inmundicia que rodeaba a aquel joven que yacía en la cama. Ese pequeño cuarto lleno polvo albergaba un pequeño colchón, probablemente recogido de la basura donde el joven estaba postrado y cuatro lienzos. Al principio solo me fijé en el joven. Tan solo debía tener unos veintitrés años. Su rostro era pálido y su pelo oscuro y despeinado. Respiraba con dificultad las últimas bocanadas de aire que le quedaban. No quise verlo sufrir más y recogí su alma. Cuando ya iba a salir de aquella habitación me paré a mirar los cuatro lienzos. Los observé durante unos minutos y reconocí que aquellos cuadros eran sublimes. Probablemente en los tiempos actuales podrían valer sendos millones. Al darme cuenta de que ese chico era un gran artista y de la muerte que había tenido quise conocer su vida. Y así me sumergí en ella.
Aquel niño había dejado a sus padres cuando tenía quince años, pues estos no aceptaban que su hijo no quisiera trabajar en el campo, quería pintar. El se fue sin rencores, buscando una oportunidad para mostrar su talento. Pero esa sociedad no daba oportunidades a hijos de pobres campesinos, jamás encontró lo que buscaba. Pudo alquilar aquella vieja habitación vendiendo cuadros por mucho menos de la quinta parte de su precio real. Además, el dinero que le sobraba lo gastaba en lienzo y pintura, comía lo que podía mendigar. Me impactó que aquel joven que debió haber sido el mayor artista hasta los tiempos que corren y que debió vivir una vida plena y cómoda muriera de aquella manera: enfermo, sin medicamentos y sin compañía. Además, esos cuatro lienzos aún permanecen ocultos. Ya no creo que nadie los descubra hasta que estén demasiado estropeados como para reconocer al gran genio creador. Y los que vendió han sido destruidos, la mayoría por culpa de vuestra propia ira, humanos.
La otra muerte que logró despertar mi interés fue la de una niña pequeña, en el 1987. Cuando su alma me llamó acudí enseguida, pues me llamaba con unos gritos aterradores. El cuerpo estaba casi descompuesto, en un zulo sin ventanas ni ventilación. Al ver a la niña en ese estado tiré de su alma al exterior con una gran fuerza, lo que más me impresionó de ella fue su mirada, parecía que me miraba a mí, me suplicaba con la mirada, con sus ojos grises como la luna. Tenía unos doce años y daba pena verla. Me introduje en el recuerdo de su alma para averiguar más sobre ella. Aquella niña había nacido en una familia que podemos considerar “normal”. Llevaba una vida tranquila, con los baches propios de la preadolescencia. Aquella noche había salido de su casa sin permiso para ir a la fiesta de un chico mayor que ella. Pensaba que no pasaría nada, que podría volver a casa sin que sus padres advirtieran su ausencia, pero esa noche chocó con la mala suerte. Dos hombres encapuchados se la habían llevado a la salida de la fiesta, de camino a su casa. Ella había tomado, en contra de su miedo, una calle desierta por la que podría llegar antes, pero fue un gran error. Aquellos hombres la habían llevado a un zulo a pocos kilómetros del lugar del secuestro. En aquel lugar le habían hecho de todo, pero nada bueno. La violaron y apalearon de mil maneras: le cortaron los dedos y el pelo, le quemaron los pies y le rajaron las piernas. Una vez cansados de hacerla sufrir, terminaron con ella dándole golpes con un ladrillo. En una situación normal habría tardado un poco más en morir, pero no pude permitirlo. Aún tengo clavada en mi mente la imagen de esos penetrantes ojos. Esos ojos que aún llenos de dolor reflejaban la serenidad de quien agradece encontrarse conmigo.
En mis siglos de existencia he encontrado otros artistas pobres y otras niñas violadas, y aunque esas otras historias también tienen su lado triste, las dos historias narradas son las únicas que han sido capaces de marcar a la propia Parca. Además, las dos me han mostrado que, aunque el alma de la mayoría de los hombres está limpia, cuando un alma sale turbia, el hombre puede llevar a cabo salvajadas como la de la niña de los ojos grises u actos de desamparo como en el caso del artista pobre.
Seguiré con mi trabajo por muchos siglos más, y espero que nunca jamás vuelva a marcarme nada de mi trabajo, pues todo lo que pueda marcarme no será agradable.
Sea como sea siempre recordaré al artista pobre y a la niña de ojos grises.
Atentamente: Parca.

3 comentarios:

  1. Al principio no me había fijado con que era un relato. Y yo buscando el título XD
    Está muy bien, una parca un poco "humana".
    Dice que no tiene sentimientos pero, se asombra y siente odio.
    Me ha gustado mucho tu relato ;)

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  2. muy bonita e interesante la historia, me gusto mucho!

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