Día 1.
Son las doce menos cuarto de la noche y no sé qué estoy
haciendo. No sé cómo me siento ahora mismo. Supongo que lo único que percibo en
mí es frustración, porque la vida me está quitando todo. No solo me estoy
quedando sin las cosas que escapan a mi voluntad, como el amor, también sin
aquellas cosas propias que siempre he amado. Me encanta escribir. Es una de las
pocas cosas que me hacen sacar fuera todo lo que puedo llegar a pensar, es de
las pocas cosas que me relaja y me hace sentir más yo misma que nunca. Pero
parece que la vida me ha quitado esa posibilidad, y lo único que puedo redactar
es esta especie de diario absurdo.
Sin esperanza ni deseos de que esto acabe en manos de nadie
diré que una vez fui feliz. Un día olvidé todos mis complejos y tras muchos
desengaños decidí abrir mi corazón a una persona. En el momento y hasta que
pasaron dos años creí que él lo merecía. Ahora no sé qué pensar. ¿Qué persona
es capaz de darle a otra la felicidad que no ha tenido nunca, de regalarle todo
tipo de sensaciones para luego robárselo todo de golpe? No sé por parte de
quién es egoísta, si mía por querer que esté a mi lado a pesar de que no me
quiera o suya porque ni él mismo cree que no me quiere.
Echo la vista atrás y recuerdo muchas cosas, ¿dónde han
quedado? Me prometió la luna y aquí estoy, a las tantas de la noche teniendo
que madrugar, acompañada solo de un flexo y un móvil que no suena. ¿Por qué no
suena? ¿Se puede olvidar a alguien de un momento a otro? ¿Puede dejar de
preocuparte su bienestar? ¿Debo creer que sí?
Hay demasiadas preguntas sin respuesta, y es tal vez eso lo
que me mantiene despierta, lo que hace que piense tanto para acabar llegando
siempre a la misma conclusión.
Tiempo. El tiempo es algo abstracto. El tiempo es algo duro,
porque, al igual que el amor, te da la vida y te la quita. Tiempo. ¿Cuánto?
Un día lo describí como el pilar de mi vida. Y lo era,
realmente lo era. De hecho no sé qué habría sido de mí estos dos años si él no
llega a estar presente.
Me siento como un edificio al que le falla la estructura.
Quizá y solo quizá el hecho de que un edificio se derrumbe es culpa de la
confianza que siente su constructor al pensar que ese tabique no va a caer.
Pero eso puede pasar, y todo se viene abajo.
Esperanza. También es algo muy abstracto. ¿Es bueno tener
esperanza? Siempre he creído que sí, pero como he dicho ya no estoy segura de
nada. Me suena mucho cierta frase, “la esperanza es lo último que se pierde”.
Me parece que quien dijo eso creía en el azar, porque tener esperanza es como
jugar una partida de poker a una sola mano, puedes ganarlo todo, pero la
posibilidad de perder está ahí, acechando.
He perdido a uno de mis pajaritos. Aquellas siete figuras
que tengo grabadas en cuerpo y alma, las mismas que me guían a mí, pluma
descarriada. Se ha ido. El resto de pájaros siguen volando, y tirando con todas
sus fuerzas. Yo lo sé, lo siento, pero estoy atascada. Pero también sé que si
el resto de pájaros sigue tirando y la pluma se da cuenta de que tiene que
seguir volando, saldrá del agua y se secará al sol. Pero está ahí, esperanza.
Quiero que mi pájaro vuelva.
Ya no lloro. Pero es peor sentir que llorar.
Día 2.
El cielo se apaga y la luna florece. Todo se está tiñendo de
naranja, al igual que yo. No ha pasado mucho tiempo, pero sí lo suficiente para
que las preguntas que flotaban en el aire tengan cada vez menos sentido. Solo
hace tres días que la luna se fue. Una parte de mí se fue con ella, pero lo
peor quedó aquí. Un cadáver tatuado con sentimientos, tatuajes que se van
marchitando a medida que voy cayendo. Caigo, y mientras me precipito solo noto
el aire chocando contra mí. Oigo risas a mi alrededor. No sé de dónde vienen,
pero intento aferrarme a ellas. Y mientras sigo mi descenso me doy cuenta de
que no tengo paracaídas.
Soy la heroína de este cuento, pero incluso Superman tiene
una debilidad, y mi cuerpo está lleno de kriptonita.
Jo, me ha gustado mucho pero, me he quedado muy desanimada. ¡Anímate!
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